viernes, 4 de noviembre de 2011

Primer Capítulo: Los Nuevos Moradores (Lar Nalûk)

—¿Dónde se habrán metido? Está anocheciendo...

Sar Lantal camina intraquila por la estancia, con la mirada perdida y haciendo aspavientos con los brazos. Lo hace desde que entré en la tienda, no hace mucho; haciéndome sentir incómodo desde el primer momento. La sigo con la mirada y me percato de que tiene que sujetarse cada poco. Le fallan las fuerzas. Y ésa es una señal inequívoca de que se acerca el Declive. Respira profundamente y me mira, recordando que estoy allí.

—Bueno, Nalûk —dice forzando una sonrisa—, ¿qué te parece si me vas adelantando algo de lo que ha pasado mientras llegan los demás?
—Con todos mis respetos, Sar, creo que lo mejor será que esperemos a Lar Yared y que él lo cuente todo.

La Vieja se ríe, marcando las arrugas que le han ido apareciendo según su pelaje palidecía. Y durante un momento me invade la tristeza y la preocupación. Porque ya nada será como antes, porque todo está cada vez más cerca de terminar.

—Vale, de acuerdo. Tenía que haber previsto tu prudencia y tu miedo a meter la pata sin tener a Yared delante; que prefieras que hable él. ¿Pero por qué no me cuentas entonces tu expedición al sur del río?
—Dado que Yared no estaba allí... Sí, creo que puedo hablar de ello —bromeo, intentando relajar la situación y mi propio ánimo—. La verdad es que no hay mucho que decir. Toda la vertiente sur está formada por un bosque de roedoles altos y frondosos, por donde podríamos avanzar sin problema.
—¿Y qué hay de los Theras?
—Nada, ni rastro —miento mientras recuerdo lo que pasó al otro lado del río—. Parece una zona muy tranquila y segura.
—Perfecto. Por cierto, sé que te resultará... extraña esta pregunta pero... —se acerca a mí nerviosa, frotándose las manos—. ¿Visteis en ese bosque alguna zona con la tierra removida o algo que os llamara la atención en el suelo?
—No... La verdad es que no... ¿Por qué?
—Nada, da igual... No tiene importancia...

Pese a que lo intenta no puede ocultar su desilusión al hablar. Se gira y avanza hasta los cuencos que tiene apoyados sobre la raíz que sobresale del suelo. Sus aposentos (compartidos con Sar Timec, el otro Sar que aún sigue con vida y que se encuentra ahora fuera, dando órdenes para pasar la noche) son bastante amplios, abarcando la base de un de los roedoles más grandes que pudimos encontrar. Siempre el mejor sitio posible para la única tienda que se levanta en todo el campamento. Los demás dormimos a ras de suelo y en torno a ella, con la mitad de nosotros montando guardia. Toda precaución es poca.

—Hay que ver lo que has cambiado, Nalûk. En qué te has convertido. Y me alegro mucho de ello —le oigo decir dándome la espalda, mientras creo intuir que recoge unas hojas de la vasija y las dobla poco a poco para llevárselas a la boca.
—Sabes que todo se debe a la confianza que pusiste en mí, Sar; y a Yared. Sin vosotros ya estaría muerto, o abandonado por los demás. Los tentacunos no estamos muy bien vistos...
—Alto Nalûk, detente. Hemos tenido muchas veces esta conversación y no quisiera gastar fuerzas en discutir lo mismo una vez más —me rebate con la boca llena antes de sentarse y reposar la espalda contra la raíz—. Mira... Me da igual que el pobre Sar Caluth decidiera al comenzar el nuevo Ciclo que sólo te generaría a ti, y por su cuenta; o lo que piensen los demás de ti. No me importa para nada lo que fuiste al empezar, Nalûk. Me importa lo que eres ahora, y lo que serás al acabar, en el Fin. Y créeme que te estás desarrollando muy bien para ello.
—Sí, vale, pero... Eso no quita que sea un tentacuno. Este único tentáculo estará aquí toda mi vida, recordando físicamente lo que soy desde siempre. Incompleto. Y que mis capacidades son muy limitadas respecto a un bitánculo o más aún un tritánculo...
—Tus capacidades... Tienes más de lo que crees conocer, Nalûk. Yo lo sé, y Yared también. E incluso Zarog, me atrevería a decir; y quizás eso explique muchas cosas sobre su comportamiento hacia ti —afirma antes de proseguir meneando la cabeza—. No, Nalûk. No son las capacidades las que te hacen débil, o pequeño. Nunca olvides que la voluntad es la más poderosa de las fuerzas.
—¿Pero no es verdad que el número de tentáculos mide tu valía? ¿Que los tritánculos, como Yared o Máren, están llamados a hacer grandes cosas entre nosotros?.
—Déjame preguntarte algo, entonces. ¿Por qué nuestro símbolo, que se remonta casi al origen de nuestra especie, sólo representa un tentáculo?

Bajo la vista al suelo. Lo que dice es razonable, pero de ahí a pensar que pueda compararme con Yared hay un gran salto. Y estoy demasiado cansado como para seguir removiendo en mis orígenes y mis miedos; ha sido un día muy tenso. Al volver a levantar la cabeza veo a Sar Lantal con la mirada compasiva que siempre me ha regalado y sonríe por fin de verdad, probablemente olvidándonse por un momento de la ausencia de Yared y Zarog.

—Cambiemos de tema, ¿de acuerdo? —se levanta y vuelve de nuevo a los cuencos, a por otro bocado—. Dime, ¿sigues con tu afición de poner nombres a todo cuanto vemos? ¿Como llamaremos a partir de ahora al bosque que explorasteis?
—Jaja, la verdad es que esta vez los nombres me salieron solos, de dentro —explico entusiasmado, encantado de que Sar Lantal se interese por mi extraña afición—. Al bosque lo he llamado Fústerk, ¿qué te parece?
—Muy sonoro, como a ti te gustan. No me extraña que en su día escogieras para ti el nombre que elegiste... Pero me gusta, claro que sí.
—Pues hay más. La garganta que atraviesa la arboleda se llama Koraak (o el Precipicio de los Troncos Caídos, si prefieres algo más tradicional), y el río que transcurre por ella es el Therados.

Maldita sea... La Vieja da un respingo, justo cuando me doy cuenta de mi grave error. Therados. Y lo digo tan tranquilo.

—¿Por qué Therados? —me pregunta sin descomponer la sonrisa.
—Bueno, la verdad...

Se oyen gritos fuera, cada vez más numerosos. Algo está pasando. La Vieja se asoma por la ranura de la entrada y sale con rapidez un segundo después. La sigo fuera y veo que todos (Sar Timec incluido) se arremolian a la entrada del claro, rodeando a Yared y Zarog. Éste ve de repente a Sar Lantal y se zafa del revuelo, echando a correr hacia nosotros. Y sin llevar bulto alguno, por cierto. Por detrás se aproxima también Yared, pero con paso lento y cara de pocos amigos.

—¡Lo tenía, Sar! ¡Lo tenía! —grita nervioso, fuera de sí, hasta que nos alcanza y se derrumba de rodillas en el suelo—. Lo encontré, lo recuperé. Lo tenía en mis manos. Y lo perdí... Lo siento, perdóname... Lo hemos vuelto a perder...
—¿El qué, Zarog? —interroga exhaltada la Vieja, arrodillándose sobre él—. Habla, por los cuernos del Gran Garlis. ¡Habla!
—Lo que tú ya sabes, Sar... Lo que tanto llevamos buscando...

···

2 comentarios :

  1. Ala, y ahora me quedo sin saber qué era lo que tanto estaban buscando, siempre dejándome con intrigas. Por cierto, ¿los dibujos los haces tú? Mu gustan los ojos de Lar Nalûk, son muy expresivos.

    Ya estoy deseando leer el próximo capítulo. Besos!

    Quejica
    http://soyquejica.blogspot.com

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  2. Jaja, me alegro de poder conseguir algo de intriga para que la gente siga leyendo :P

    Sí, son míos. Tengo hechos muchos diseños a lápiz en una libreta, pero aún me cuesta mucho "dibujar en el ordenador" y me quedan bastante... "simples".
    Pero sí, me esmeré en que cada uno tuviera no sólo un cara sino una mirada distinta, que reflejase un poco su forma de ser :)

    Gracias por el comentario, un beso ;)
    Álvaro F.

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