lunes, 12 de marzo de 2012

Sonidos de Cohntinua: Los Nuevos Moradores



00:00 - 00:20 — Cohntinua
00:20 - 00:40 — Lar Sóntur
00:40 - 01:00 — Lar Yared
01:00 - 01:24 — Lar Zarog
01:24 - 01:48 — Lar Xanti
01:48 - 02:04 — Lar Nalûk
02:04 - 02:12 — Lar Sóntur (bis)
02:12 - 02:28 — Cohntinua (bis)

viernes, 4 de noviembre de 2011

Primer Capítulo: Los Nuevos Moradores (Lar Nalûk)

—¿Dónde se habrán metido? Está anocheciendo...

Sar Lantal camina intraquila por la estancia, con la mirada perdida y haciendo aspavientos con los brazos. Lo hace desde que entré en la tienda, no hace mucho; haciéndome sentir incómodo desde el primer momento. La sigo con la mirada y me percato de que tiene que sujetarse cada poco. Le fallan las fuerzas. Y ésa es una señal inequívoca de que se acerca el Declive. Respira profundamente y me mira, recordando que estoy allí.

—Bueno, Nalûk —dice forzando una sonrisa—, ¿qué te parece si me vas adelantando algo de lo que ha pasado mientras llegan los demás?
—Con todos mis respetos, Sar, creo que lo mejor será que esperemos a Lar Yared y que él lo cuente todo.

La Vieja se ríe, marcando las arrugas que le han ido apareciendo según su pelaje palidecía. Y durante un momento me invade la tristeza y la preocupación. Porque ya nada será como antes, porque todo está cada vez más cerca de terminar.

—Vale, de acuerdo. Tenía que haber previsto tu prudencia y tu miedo a meter la pata sin tener a Yared delante; que prefieras que hable él. ¿Pero por qué no me cuentas entonces tu expedición al sur del río?
—Dado que Yared no estaba allí... Sí, creo que puedo hablar de ello —bromeo, intentando relajar la situación y mi propio ánimo—. La verdad es que no hay mucho que decir. Toda la vertiente sur está formada por un bosque de roedoles altos y frondosos, por donde podríamos avanzar sin problema.
—¿Y qué hay de los Theras?
—Nada, ni rastro —miento mientras recuerdo lo que pasó al otro lado del río—. Parece una zona muy tranquila y segura.
—Perfecto. Por cierto, sé que te resultará... extraña esta pregunta pero... —se acerca a mí nerviosa, frotándose las manos—. ¿Visteis en ese bosque alguna zona con la tierra removida o algo que os llamara la atención en el suelo?
—No... La verdad es que no... ¿Por qué?
—Nada, da igual... No tiene importancia...

Pese a que lo intenta no puede ocultar su desilusión al hablar. Se gira y avanza hasta los cuencos que tiene apoyados sobre la raíz que sobresale del suelo. Sus aposentos (compartidos con Sar Timec, el otro Sar que aún sigue con vida y que se encuentra ahora fuera, dando órdenes para pasar la noche) son bastante amplios, abarcando la base de un de los roedoles más grandes que pudimos encontrar. Siempre el mejor sitio posible para la única tienda que se levanta en todo el campamento. Los demás dormimos a ras de suelo y en torno a ella, con la mitad de nosotros montando guardia. Toda precaución es poca.

—Hay que ver lo que has cambiado, Nalûk. En qué te has convertido. Y me alegro mucho de ello —le oigo decir dándome la espalda, mientras creo intuir que recoge unas hojas de la vasija y las dobla poco a poco para llevárselas a la boca.
—Sabes que todo se debe a la confianza que pusiste en mí, Sar; y a Yared. Sin vosotros ya estaría muerto, o abandonado por los demás. Los tentacunos no estamos muy bien vistos...
—Alto Nalûk, detente. Hemos tenido muchas veces esta conversación y no quisiera gastar fuerzas en discutir lo mismo una vez más —me rebate con la boca llena antes de sentarse y reposar la espalda contra la raíz—. Mira... Me da igual que el pobre Sar Caluth decidiera al comenzar el nuevo Ciclo que sólo te generaría a ti, y por su cuenta; o lo que piensen los demás de ti. No me importa para nada lo que fuiste al empezar, Nalûk. Me importa lo que eres ahora, y lo que serás al acabar, en el Fin. Y créeme que te estás desarrollando muy bien para ello.
—Sí, vale, pero... Eso no quita que sea un tentacuno. Este único tentáculo estará aquí toda mi vida, recordando físicamente lo que soy desde siempre. Incompleto. Y que mis capacidades son muy limitadas respecto a un bitánculo o más aún un tritánculo...
—Tus capacidades... Tienes más de lo que crees conocer, Nalûk. Yo lo sé, y Yared también. E incluso Zarog, me atrevería a decir; y quizás eso explique muchas cosas sobre su comportamiento hacia ti —afirma antes de proseguir meneando la cabeza—. No, Nalûk. No son las capacidades las que te hacen débil, o pequeño. Nunca olvides que la voluntad es la más poderosa de las fuerzas.
—¿Pero no es verdad que el número de tentáculos mide tu valía? ¿Que los tritánculos, como Yared o Máren, están llamados a hacer grandes cosas entre nosotros?.
—Déjame preguntarte algo, entonces. ¿Por qué nuestro símbolo, que se remonta casi al origen de nuestra especie, sólo representa un tentáculo?

Bajo la vista al suelo. Lo que dice es razonable, pero de ahí a pensar que pueda compararme con Yared hay un gran salto. Y estoy demasiado cansado como para seguir removiendo en mis orígenes y mis miedos; ha sido un día muy tenso. Al volver a levantar la cabeza veo a Sar Lantal con la mirada compasiva que siempre me ha regalado y sonríe por fin de verdad, probablemente olvidándonse por un momento de la ausencia de Yared y Zarog.

—Cambiemos de tema, ¿de acuerdo? —se levanta y vuelve de nuevo a los cuencos, a por otro bocado—. Dime, ¿sigues con tu afición de poner nombres a todo cuanto vemos? ¿Como llamaremos a partir de ahora al bosque que explorasteis?
—Jaja, la verdad es que esta vez los nombres me salieron solos, de dentro —explico entusiasmado, encantado de que Sar Lantal se interese por mi extraña afición—. Al bosque lo he llamado Fústerk, ¿qué te parece?
—Muy sonoro, como a ti te gustan. No me extraña que en su día escogieras para ti el nombre que elegiste... Pero me gusta, claro que sí.
—Pues hay más. La garganta que atraviesa la arboleda se llama Koraak (o el Precipicio de los Troncos Caídos, si prefieres algo más tradicional), y el río que transcurre por ella es el Therados.

Maldita sea... La Vieja da un respingo, justo cuando me doy cuenta de mi grave error. Therados. Y lo digo tan tranquilo.

—¿Por qué Therados? —me pregunta sin descomponer la sonrisa.
—Bueno, la verdad...

Se oyen gritos fuera, cada vez más numerosos. Algo está pasando. La Vieja se asoma por la ranura de la entrada y sale con rapidez un segundo después. La sigo fuera y veo que todos (Sar Timec incluido) se arremolian a la entrada del claro, rodeando a Yared y Zarog. Éste ve de repente a Sar Lantal y se zafa del revuelo, echando a correr hacia nosotros. Y sin llevar bulto alguno, por cierto. Por detrás se aproxima también Yared, pero con paso lento y cara de pocos amigos.

—¡Lo tenía, Sar! ¡Lo tenía! —grita nervioso, fuera de sí, hasta que nos alcanza y se derrumba de rodillas en el suelo—. Lo encontré, lo recuperé. Lo tenía en mis manos. Y lo perdí... Lo siento, perdóname... Lo hemos vuelto a perder...
—¿El qué, Zarog? —interroga exhaltada la Vieja, arrodillándose sobre él—. Habla, por los cuernos del Gran Garlis. ¡Habla!
—Lo que tú ya sabes, Sar... Lo que tanto llevamos buscando...

···

jueves, 22 de septiembre de 2011

Primer Capítulo: Los Nuevos Moradores (Lar Xanti)


Veo al cuerpo del Theras hundirse poco a poco en el río, y quedo amaravillado por los reflejos anaranjados que provoca su pelaje bajo el agua. El cauce baja tranquilo, lento, provocando un suave rumor que bien podría hundirme en un reconfortante sueño. Pero no es tiempo para siestas, y Yared lo sabe:

—Bueno, pues ya está... Ahora volvamos; todos bien juntos, en silencio y sin distracciones —comienza a ordenarnos mientras se ajusta la capa al cuello—. No pararemos hasta llegar. Yo iré por delante y Zarog cerrará el grupo. Que no se os ocurra adelantarme o quedar por detrás de él. ¿Todos listos?
¿Y qué les diremos en cuanto lleguemos? ¿Les contamos lo que ha ocurrido?
—Yo hablaré con la Vieja, pero al resto ni palabra. Nos retrasamos y punto. ¡En marcha!

Rápidamente cruza el vacío a través de uno de los troncos cercanos más gruesos y le seguimos sin demora, temerosos de lo que podemos tener a nuestras espaldas. Me giro y veo a Zarog en la retaguardia, volviendo su vista una última vez hacia la vertiente norte del bosque. He de reconocerlo: que sea él quien nos cubra las espaldas nos tranquiliza a todos.
Llegamos al otro lado y trepamos a la parte más alta de los árboles, por donde avanzaremos a partir de ahora. A buen ritmo, sin emitir el más leve sonido. Todos a una, como un único ente. Miro a mi alrededor y les observo correr y saltar, a mi lado. Me doy cuenta de que soy uno más, mientras una cierta sensación de orgullo me invade, pensando en la confianza que Sar Lantal ha puesto en mí o en la amistad de Yared. Orgullo por poder ayudar a los Sóntur... a pesar de mi origen.

Nos detenemos; Yared ha levantado el brazo. Tomando aire nos sentamos y descansamos en silencio sobre las ramas. Se acerca a nosotros y emite un largo silbido inquisitorio, enfocando la mirada hacia la parte trasera. Zarog, que nos alcanza tras haberse descolgado un poco, emite dos silbidos cortos e ilumina su cristal con una tenue luz verde.

—Está bien, parece que nadie nos sigue —sonríe Yared, relajado al fin—. Podemos continuar a menor ritmo ahora. Estamos muy cerca, no quiero que nos vean llegar apresurados.  
¿Piensas que nos rastrearán? —le pregunto mientras me coloco a su altura, aprovechando que hemos bajado la velocidad.
—No, no creo. Tardarán en darse cuenta que les falta uno, y más aún en confirmar que tenemos algo que ver.
—Menudo día... ¿Y qué habrá encontrado Zarog?
—No lo sé... No confío en él, pero Zarog es muy inteligente; uno de los Sóntur más válidos, aunque nos pese decirlo. Y de gran importancia a los ojos de los Sar. Quizás sepa cosas que nosotros ignoramos... Lo que sí sé es que su comportamiento nos pudo haber causado muchos problemas.

Hay resquemor en su tono, aunque no sé si se debe a la temeridad de Zarog o a la posibilidad de que tenga información privilegiada. A mí eso me da igual; no quiero saber nada de Zarog o de su carga. Tengo otras cosas en las que pensar; asuntos que resolver de un vez por todas...

—Hoy voy a hablar con Xanti.
—Ah, ¿sí? Muy bien, valiente. Eso es todo un logro viniéndo de ti —se burla amistosamente, como tanto le gusta—. ¿Y qué le vas a decir?
—Que... Que creo que me complementa.

Yared se para en seco y me mira, con una mezcla en su cara de sorpresa y diversión.

—¡¿Que le vas a decir qué?! ¿Tú sabes lo que significa eso? Jaja, estás loco de remate... —sentencia meneando la cabeza y volviendo a caminar—. No sé si se lo tomará como una broma o si entrará en cólera. Y bien sabes que eso es muy peligroso.
—Pero en verdad lo creo. Siento que nuestro nexo sería realmente estable y lleno de posibilidades.
—Nalûk... Los Sóntur hemos cambiado mucho con el paso de los Ciclos, y algunas cosas no son o significan lo mismo que antes... El género de cada uno es algo vestigial, por ejemplo. Ya no importa que seas un o una Sóntur. Nada. Y lo mismo ocurre con la complementación... Además, sólo se podría dar si los dos sobrevivieseis al Fin. Y ni aún así sería vital para que perduremos... No te obsesiones con esas cosas ahora; está a punto de finalizar el Desarrollo, vienen días difíciles...
—Tienes razón... pero no soy capaz de quitármela de la cabeza, y no sé por qué... Quisiera demostrarle quién soy, que no soy nada... ¿Qué debería hacer?
—¡Y yo qué sé! Recuerda que sólo sé matar Theras —se ríe arráncandome a mí otra carcajada—. Pero si de verdad quieres hablar con ella sin que te maten... creo que puedo ayudarte.

Se vuelve a detener, pero esta vez lo suficiente como para que todo el grupo se pare, sorprendido.

—¡Hey, Zarog! ¿Qué tal si haces una última incursión para asegurarnos de que todo está en orden? No podemos confiarnos ahora, que estamos tan cerca.
—Humm, puede que tengas razón. Seguid adelante, vuelvo enseguida.

Y se adentra en la arboleda, bulto a la espalda. En cuanto desaparece de nuestra vista Yared silba al grupo y avanzamos de nuevo. Es mi momento.

—Hola Xanti —le saludo mientras me dejo caer a su posición.
—Hola Nalûk... de nuevo. ¿No te cansas de saludar? —me responde con desdén.
—Lo siento... Yo sólo quería... ¿Qué tal está Salah?
—Bien, dentro de lo que cabe... El susto fue importante, pero reaccionó rápido. Como Yared.

Quedo en silencio, hipnotizado. Por sus dos tentáculos que se mecen suavemente al caminar; por su estrecho y brillante cristal.

—Bueno, pues ya está, ya lo sabes. ¿Algo más?
—No... No, nada más, perdona... Bueno, ¡sí! Es verdad, casi lo olvido por completo. Creo que es tuyo...

Desenrosco su capa de mi brazo y se la entrego. Ella la mira sorprendida y la coge con una sonrisa, amarrándola a su cuello.

—Vaya, ¡muchas gracias! Pensé que tendría que hacerme otra... ¿Dónde la cogiste?
—En el claro donde me encontré con Yared. Seguramente se te desprendió cuando echasteis todos a correr...
—Sí, eso parece... Gracias Nalûk, de verdad.

Y me sonríe por primera vez en su vida, haciendo que me olvide de estúpidos Sóntur, sangrientos Theras y Ciclos injustos. Haciéndome sentir bien...
Díselo, Nalûk... Díselo ahora...

—Xanti, quería comentarte algo...
—Dime, dime —contesta automáticamente tocándose la capa, prestándome poca atención.
—Es que verás, creo que...

Un fuerte rugido me interrumpe y nos eriza el pelo a todos. Proviene de una zona algo alejada a nuestra espalda, pero es lo suficientemente fuerte como para que podamos escucharlo con claridad. Alto y nítido. Inequívoco. Un Snort. Y parece cabreado.

—¡Rápido! Corred ahora, ¡hay que regresar cuanto antes!.

Apenas podemos escuchar los gritos de Yared entre los alaridos del Snort. Por lo general, son seres tranquilos e inofensivos. Gigantescos y poderosos, pero inofensivos. Salvo cuando se les perturba, claro. Y si eso ocurre, cuanto más alejado estés mejor.

—Que nadie quede atrás, ¡vamos!
¿Se está acercando? ¿Por qué está tan furioso?
—No lo sé... Quizás le hayan atacado o se haya encontrado con algo...

Quedamos en silencio. Todos caemos en la cuenta al mismo tiempo.

—Zarog...

Los bramidos son cada vez más violentos, mientras veo a Yared corriendo en dirección contraria.

—Voy a buscarle, ¡no me sigáis bajo ningún concepto! Volved y avisad a Sar Lantal. Estad alerta y que todo el grupo huya por el sur si se acerca. ¡Vamos, corred! ¿No me escucháis?.

Pasa veloz entre nosotros y desaparece pronto de nuestra vista. Nos quedamos mirando hacia atrás un instante, pero tiene razón. Tenemos que espabilar. Xanti coge el mando y echamos a correr, con ella al frente. Seguimos oyendo al Snort, aunque cada vez más lejos y, aparentemente, más calmado. Corremos y corremos hasta que, de repente, nos encontramos de golpe con el campamento; justo cuando dejamos de oír gritar a la bestia. Y allí también la han oído, ya que nos espera todo el mundo impaciente. Hemos tardado demasiado, y los gritos del Snort no ayudan a calmar la preocupación.
Veo a Máren surgir de entre la marea de Sóntur que nos aborda y dirigirse directamente hacia mí, sonriendo y abrazándome.

—¡Nalûk! Estás a salvo, menos mal... No debí dejarte cruzar el río —se despega de mí y nos mira aliviada—. ¿Qué ha ocurrido? ¿Habéis escuchado al Snort?
—Sí, sí. No nos cruzamos con él de casualidad.
¿Dónde está Yared? —me pregunta con urgencia.
—Volvió atrás a buscar a Zarog, que había quedado retrasado. ¿Por qué?
—Sar Lantal quiere hablar con los dos, cuanto antes —la miro y veo preocupación en sus ojos—. Está más nerviosa que nunca. Creo que algo no va bien...

jueves, 25 de agosto de 2011

Primer Capítulo: Los Nuevos Moradores (Lar Zarog)


—Adelante, contádmelo todo.

Me siento sobre una raíz que sobresale del suelo y dejo que me rodeen. Por más que lo pienso no imagino qué ha podido pasar, siendo el Theras lo que más me inquieta. Da igual que esté muerto, su presencia es una clara señal de preocupación. Y quizás de peligro inminente.

—No será a ti a quien rindamos cuentas, Nalûk, sino a Sar Lantal.

Ni las palabras ni el tono beligerante de Zarog me sorprenden. Le miro desafiante y me percato de que sigue sujetando contra su pecho aquel bulto, recubierto con su propia capa. Asegurándose de que nadie se lo va a arrebatar.

—¡Maldita sea, Zarog! Fue precisamente la Vieja la que me encomendó guiar al grupo del sur, como bien sabes. Creo que eso me da derecho a...
—¡No te da derecho a nada! Estaba claro que el otro lado del río es seguro, tu labor no tiene ningún mérito. Por el contrario, nosotros...
¿Nosotros qué, Zarog? —le interrumpe Yared—. ¿Combatimos con valentía frente al Theras hasta darle muerte? ¿Hemos hallado algo de incalculable valor para el grupo? ¡No me fastidies! Fácilmente podríamos haber tenido un disgusto, por culpa de tu insensatez.
—No lo entiendes, Yared... Esto puede ser de gran importancia para todos nosotros, ¡lo presiento!
—Tú y tus presentimientos... Tienes tantos que uno de ellos acabará siendo certero, algún día —se ríe conciliador Yared, y Zarog le devuelve una media sonrisa—. Ahora yo, como Mando de esta expedición, explicaré a Nalûk lo que ha ocurrido por ser él el Mando del otro grupo. Escucharemos su opinión y nos iremos de vuelta, que ya son horas. ¿Alguien tiene algo que objetar?

Nadie abre la boca. Es raro que alguien se atreva a llevarle la contraria a Yared; ni siquiera Zarog, pese a su importancia entre nosotros.

—Todo iba bien —comienza a decir Yared, mientras se sienta a mi lado—. Fácil. Habíamos inspeccionado lo planeado y nos disponíamos a volver, sin haber encontrado nada reseñable. En un momento dado creímos oír algo, a nuestras espaldas, por lo que nos aferramos bien a las ramas y guardamos silencio. Pero no nos volvió a llegar ningún sonido fuera de lo normal. Reemprendimos la marcha y me relajé pensando que podíamos tener un regreso tranquilo. Qué iluso...  No contaba con que Zarog, de repente y sin avisar a nadie, saltase hacia el suelo y corriese hasta una zanjas próximas, de tierra removida por las últimas riadas. Lo que allí vio y recogió... que te lo cuente él, que ni a mí me deja verlo.

Se gira y mira de nuevo a Zarog, que se mantiene firme.

-Ya te lo he dicho, y te lo vuelvo a repetir delante del Tentácuno, para que él también lo sepa. Creo que es algo importante, mucho; y sólo se lo mostraré a Sar Lantal, te pongas como te pongas. Y si intentas arrebatármelo me enfrentaré a ti, por muy caro que le costase a la Manada la pérdida de uno de los dos. Y todo esto, Yared, con el más grande de mis respetos.
-Claro, cómo no... —responde Yared, despreocupado, sin siquiera mirarle.

Yo hago oídos sordos al insulto que me acaba de obsequiar el muy ruin y me fijo en mi amigo. Le noto cansado, harto de este tipo de tonterías. No estamos aquí para esto, sino para sobrevivir. Y eso es lo único que le preocupa a Yared. Sobrevivir. Y malditos sean los presentimientos y los delirios de grandeza.

¿Y qué hay del Theras? ¿Qué pasó con él?
—Pasó que en verdad no estábamos solos; que sí habíamos escuchado algo. En cuanto Zarog recogió... "eso" del suelo el Theras surgió de entre unos arbustos situados a nuestras espaldas y corrió directo hacia él. Pero bueno, ya le conoces. Se dio la vuelta, le aguantó la mirada y, en el último momento, se subió de dos saltos a un árbol cercano. Sin soltar lo que tiene entre las manos, por supuesto.
—De acuerdo, ¿y por qué está muerto?
—Por la mala suerte. La suya, evidentemente, y la de Salah, cuya rama se quebró haciéndola caer al suelo. Paf. Unos segundos después la pobre se vio con una rodilla lastimada y un Theras abalanzándose sobre ella.

Nos giramos y la vemos algo apartada del resto, aún sentada y descansando. Xanti sigue a su lado, intentando calmarla. Mientras le sonríe levanta la cabeza y nuestras miradas se cruzan, durante un instante.

—Mas es fuerte, muy fuerte. Bueno, como todos nosotros a estas alturas del Ciclo, claro. Pero aún me sorprende pensar lo poco que tardó en levantarse y echar a correr. El Theras la siguió, cómo no; y avanzaba bastante más rápido que ella, así que no me lo pensé dos veces y me fui detrás de ellos, tan veloz como pude, siguiéndome el resto por detrás. Así pasamos por el claro donde te encontré, casi a punto de alcanzarles. Algo que no conseguí hasta que llegamos a este lugar. ¡Y qué poco faltó para que hubiese sido demasiado tarde!
¿Cómo le venciste?
—No te creas, fue mucho más fácil de lo que puedas imaginar. De hecho, creo que era un Theras joven, demasiado inexperto y confiado. En cuanto llegué a su altura le intenté detener, agarrándole de la cola. Su reacción fue instintiva, girándose sin más. Y yo no me lo pensé mucho: en cuanto se dio la vuelta le hundí la lanza de roedol en el cuello. Fue bastante rápido, afortunadamente para todos. Ya te digo que incluso fácil, aunque todo se podría haber evitado desde el principio...
—Que sí, Yared, que sí... —interviene Zarog, molesto—. Y ahora que ya le has contado todo, ¿podemos decidir de una vez qué hacer y volver?
—Tienes razón, no podemos retrasarnos más —Se levanta de repente y levanta aún más la voz, dirigiéndose a todos—. Está claro que tenemos que deshacernos del cuerpo. Estoy seguro de que los Theras andan demasiado cerca, y no les hará gracia encontrarse con uno de ellos agujereado en el cuello. Podríamos ocultarlo de manera apropiada por aquí, pero tardaríamos demasiado y no quiero que se nos haga de noche en este lugar. ¿Alguna idea?
—Podemos llevárnoslo con nosotros, haciendo turnos en la carga. En cuanto estemos a salvo podremos esconderlo mejor —oigo decir a alguien, quizás Lar Melet.
—Imposible, nos retrasaría aún más. Tenemos que eliminarlo.
—El río —digo de repente, tan rápido como me viene a la mente—. Lancémoslo por el precipicio y que se lo lleve la corriente. Y si por casualidad se lo encuentran en las proximidades bien podrán pensar en un tonto resbalón, ¿no?.
—Humm... No creo que sea la mejor solución, pero quizás no tengamos otra... —reflexiona Yared, en alto—. Está bien, hagámoslo. Y hagámoslo ya. ¡Recogedlo todo, vamos! ¿Quiénes van a cargar con el Theras primero? ¡Tenemos que irnos lo más rápido posible!

Recojo mi lanza del suelo y bebo un poco de agua, preparándome para el camino de regreso. Veo a todo el mundo a mi alrededor, ultimando las cosas para emprender la marcha. Y me fijo en Xanti, que se acerca buscando algo por el suelo, quizás sus cosas.

—¡Hola Xanti! —le saludo sonriendo.
—Hola Nalûk... —me dice por pura cortesía, sin dejar de buscar con empeño.

Intento olvidarla, me giro y me encuentro cara a cara con Zarog, con un tenue y casi inapreciable brillo rojizo en su pequeño cristal.

—Ni te acerques a ella. Jamás.
¿Te refieres a Xanti o... a tu extraña mercancía? —le contesto intentando mantener el tipo, sin acobardarme frente a él y mirando fijamente el bulto que sigue aferrando a su pecho.
—A ambas —me dice aún más enfadado, tras dudar durante un par de segundos—. Ándate con cuidado. Tú no eres Yared, ni en fuerza ni en importancia. Sería un placer para mí destrozarte de una vez...

Y pega su cristal contra el mío, cada vez con más fuerza, hasta que unos brazos nos separan.

—¡Venga, venga chicos! Ya tendréis tiempo de sobra a mataros de aquí al Fin —bromea Yared, antes de volverse hacia el resto—. ¡En marcha! ¿Quién quiere arrojar un Theras por un precipicio?

martes, 26 de julio de 2011

Primer Capítulo: Los Nuevos Moradores (Lar Yared)

—Aún no me puedo creer que te hayas atrevido a cruzar el río y venir tú solo —me dice Yared, con guasa, mientras nos adentramos en el bosque —. Tú, que ves la sombra de un Snort y corres a refugiarte bajo un matojo de läural.
—No seas tan exagerado. En verdad estaba muy preocupado por vosotros, tardabais demasiado.
—Vaya, ¡gracias! Pero dime, ¿quién te importaba más: tu querido amigo Yared o esa preciosidad llamada Xanti?
—¡No digas tonterías, por supuesto que tú! No me imagino a Xanti defendiendo al grupo de otro ataque de Garlis.


Y los dos nos reímos, mientras vuelvo a recordar aquel angustioso día, tan lejano ya. Obligados a caminar por una llanura, al descubierto, hasta poder alcanzar de nuevo la protección de la arboleda. Huyendo sin descanso de los Theras que sospechábamos seguían nuestro rastro y con la necesidad de encontrar un río del que beber. Y de repente, el caos. El silbido de alerta de los compañeros de retaguardia, los graznidos de los Garlis desde el cielo. El alboroto, el pánico y el desorden. El comienzo de los ataques y los primeros Sóntur que quedaban atrapados entre sus garras, devorados al ras de la planicie. Podría haber sido nuestro final, si no hubiese sido por Yared.


—Ay, muchas veces pienso en lo que pasó aquel día... ¿Recuerdas cómo conseguimos deshacernos de ellos?


Claro que me acuerdo, Yared. Recuerdo perfectamente cómo TÚ acabaste con ellos, uno a uno. Cómo te expusiste en la llanura, de pie, para que viniera a por ti el primero. Se abalanzó sobre ti, desde lo más alto y con las garras bien afiladas, confiado, sin imaginar que tú te lanzarías hacia atrás en el último momento levantando tu lanza y clavándosela en el pecho. Te levantaste y recuperaste tu arma de su cuerpo inerte. Te giraste y, con los ojos llenos de furia, localizaste a otro Garlis posado entre la hierba jugando con el cadáver de uno de los nuestros. Con un grito estremecedor corriste hacia él y te subiste a su espalda, entre sus alas. Él, sorprendido, intentó deshacerse de ti, saltando de un sitio a otro y girando su cuello para intentar alcanzarte con sus dientes, sin éxito. Desesperado levantó el vuelo, procurando hacerte caer; pero te agarraste bien a sus cuernos y lograste ponerte de pie sobre él. Cogiste tu arco y con una serenidad pasmosa fuiste derribando uno a uno al resto de Garlis, desprevenidos ante el peligro que volaba sobre ellos. Un total de cinco cayeron con tus dardos entre sus ojos, para finalmente rajar el cuello del que montabas, precipitándote al suelo con él.


—Sí que me acuerdo, sí. Así como tu patético intento de volar. Menos mal que no te mataste en la caída.
—Estaba todo controlado. Era cuestión de agarrarse bien a él y protegerse con su cuerpo y sus plumas. Bueno, eso y un poco de suerte, sí.


O un mucho, mejor dicho. Se levantó como si nada, casi sin un rasguño (salvo el tentáculo roto de su barbilla, con el que tanto le gusta juguetear ahora). Nos reunimos todos con él y tras asegurarnos de que estaba bien miramos a nuestro alrededor. Varios habían muerto, incluyendo uno de nuestros cinco Sar Sóntur. Pero podía haber sido mucho peor.
Aquel día Yared demostró que era el mejor de todos los Lar Sóntur. El más fuerte, rápido e inteligente. No sabemos qué puede pasar en el futuro, si sobreviviremos muchos al Fin de este Ciclo o no; pero estamos seguros de que Yared será uno de ellos. Y si él no lo consigue, nadie lo hará.


—Dejando la suerte a un lado sabes que sólo tú podías haber hecho eso. O escalar el Artos. O tantas hazañas que has logrado ya. Sabes que eres el mejor, y que sin ti estaríamos perdidos.
—¡Ahora eres tú el que dice tonterías, Nalûk! No soy el mejor, soy uno más.
—Sí, tienes razón... Cualquiera de nosotros puede matar un Theras, lo había olvidado... ¡Venga ya! Podrías incluso tener a todas las Sóntur que quieras, ¡suspiran por ti!
¿Para qué? ¿Por qué unirme ya a una Sóntur, si quizás ninguno de los dos sobrevivamos? Piénsalo, Nalûk. Llegado el momento, nada de lo que haya ocurrido antes del Fin importa. Lo único que vale es qué queda después, quién queda después. Sean altos o bajos, fuertes o débiles, bellos o deformes no importa. Lo importante es que sobreviven, y que tienen que perpetuar a los Sóntur.
—Detente ahí, ya sabes lo que nos han enseñado. Sólo los mejores están destinados a sobrevivir, no otros. El escenario que planteas es imposible.
¿Estás seguro, Nalûk? ¿Y si no es así? ¿Y sí nada de esto tiene que ver con el destino? Quizás ni exista, ¿quién nos lo puede asegurar? Quizás... todo dependa de la suerte, al fin y al cabo —acaba diciendo, bajando la voz hasta convertirla en un murmullo —. Además, mejor para ti. Así te dejo a Xanti para ti solito.
—¡Ja! Como que se va a fijar en mí, con Zarog humillándome todo el tiempo...


De repente pienso en Xanti, y en lo doloroso que me resulta su indiferencia hacia mí. Es entonces cuando recuerdo su capa, que transporto enrollada en mi brazo.


—Por cierto, ¿ella está bien? Me encontré su capa en el claro.
—Hmm, se le habrá caído cuando... —respondió pensativo —. No te preocupes, no le ha pasado nada. Está perfectamente. No es ella quien está herida...
¿Hay alguien herido? ¿Quién?
—Es Sahla. Pero nada importante, sólo un corte.
¿Qué ha ocurrido, Yared? ¿Por qué tardabais tanto?
—Ahora mismo lo sabrás, ya hemos llegado.


Apartamos unos arbustos y me encuentro con todo el grupo, reunidos en torno a algo que yace en el suelo. Veo a Zarog, clavando su mirada mezquina en mí y sujetando algo bastante grande y pesado. Y un poco apartada del grupo a Xanti, ayudando a Sahla a sentarse contra un tronco. Trato de no mirarla y me centro en el bulto, inmóvil. Me aproximo y un grito ahogado sale de mi boca al darme cuenta de que se trata de un Theras muerto.

viernes, 1 de julio de 2011

Primer Capítulo: Los Nuevos Moradores (Lar Sóntur)

Espero agazapado, intentando permanecer lo más quieto y en silencio posible. El segundo grupo tiene que estar al llegar, tras explorar la zona norte del río y asegurarse de que ningún peligro nos espera a ese lado. En la vertiente sur, desde luego, no lo hay. La arboleda es incluso más densa, lo que nos permitiría avanzar con seguridad. Eso también supuso mirar árbol a árbol, para evitar sorpresas. Pero todo estaba en orden. Sólo quedaba esperar a los demás, volver y decidir con los Viejos los siguientes pasos a dar.

Están tardando mucho, ¿no? oigo a mis espaldas.
—¡Silencio! Quedaos lo más quietos posibles y cerrad la boca. No quiero ni un sólo movimiento hasta que haya comunicación.

Pero tienen toda la razón. Se están retrasando, y en ningún caso eso puede ser bueno. Cierro los ojos e intento tranquilizarme; llenarme de paciencia.

—Quizás hubo un derrumbe y hayan caído algunos al río...
—¡O puede que los sorprendieran unos Theras!
—¡Maldita sea! Si no os calláis seremos nosotros a quienes sorprendan y devoren.

No hace falta decir nada más. La simple idea de enfrentarse a ellos hace temblar a casi cualquier Sóntur, y consigo al fin que se queden en silencio. Lo necesito ahora, para pensar y decidir. 
Si bien las órdenes eran claras, de esperarse los dos grupos y volver juntos, la situación empieza a ser algo preocupante; y no querría que esa sensación llegase también al resto de los nuestros en el campamento.

—Maren.
¿Sí, Nalûk?
—Guía al grupo de vuelta. Diles que acabamos mucho antes de lo esperado y que fui en busca de los otros, bordeando la fuente para poder explorar de paso ese lado. Pero no cuentes nada que pueda alarmarles, ¿de acuerdo?
—Sabes que eso es una locura, y que ni debo ni quiero permitírtelo. No voy a dejar que vayas sólo hasta el otro lado del río.
—Maren... Tengo que acercarme para saber con certeza si ha ocurrido algo o no. Y necesito a alguien que guíe al resto de forma segura al campamento; y eso sólo lo puedes hacer tú. Tranquila, tendré mucho cuidado.

Me mira con una mezcla de preocupación y enfado, pero acepta. Sabe que, en realidad, tengo razón. O incluso que nada de lo que pueda decirme hará cambiar mi parecer. Así que resignada se gira, emite un leve silbido agudo y todos se ponen en marcha, de regreso. Yo, en cuanto veo desaparecer la última de sus colas me giro, recojo mi capa y mi lanza del suelo y busco el camino hacia el río.

En verdad, me sabe mal haberle dado órdenes. Precisamente a ella, cuyo cariño hacia mí adivino incluso mayor del que le profeso yo. Pero la Vieja me había asignado para encabezar ese grupo, y en verdad creo que esto es lo mejor para nosotros. Maren los llevará a salvo, y yo encontraré al resto antes de que la noche (o peor aún, un Theras) se me eche encima. 
Los Theras... Si de verdad existe una especie que predomine sobre los demás han de ser ellos, sin duda. Enormes bestias de garras afiladas y dientes desmesurados ávidos de carne, hueso y sangre. Y esa irracional predilección por los Sóntur... No les podemos hacer frente ni por tamaño ni por fuerza, y en cuanto notamos su presencia debemos de huir con rapidez. Afortunadamente, no son más rápidos que nosotros, y definitivamente les podemos vencer con astucia. Pero para ello hay que ser muy valiente, y ninguno de los Sóntur osamos hacerles frente... salvo uno: mi estimado Yared.

Pensando en cómo podré cruzar el río llego al borde de un precipicio, a cuyos pies corre veloz el agua. Por fortuna compruebo que no me será difícil llegar al otro lado, ya que numerosos árboles caídos (seguramente por la tormenta que llegamos a escuchar hace unos días) unen ambos barrancos. Me aseguro de que no haya peligro a mi alrededor y cruzo rápidamente por el tronco más cercano, buscando refugio nada más alcanzar la orilla norte. Río cruzado; ahora "sólo" queda encontrar al resto... 
Me agacho e intento encontrar un rastro en el suelo, ya que si bien los árboles son nuestra principal protección preferimos andar por suelo firme cuando vamos en grupos pequeños. Y, una vez más, tengo suerte: entre la hierba se cuela un olor que conozco muy bien, familiar. Y que me ruboriza. Trepo por el árbol más cercano (no pienso arriesgarme, yendo yo solo) y avanzo en dirección noreste, con el recuerdo del olor aún impregnado en mi mente.

A decir verdad estoy cansado. Harto de esta vida que nos ha tocado, de ser lo que soy. De tener que estar todo el tiempo en marcha, un pueblo nómada, de aquí para allá. Como si buscásemos algo incesantemente, aunque nadie haya hablado nunca de eso. Harto de ser un Sóntur, y que mi futuro dependa de un destino ya fijado en el día del Fin. Tiene que haber algo más en esta vida, algo más en Cohntinua. Algo que lo detenga todo y me permita vivir esto a mi ritmo, a mi manera... Pero eso es imposible.
Sumido en pensamientos estúpidos e inútiles llego de repente a un claro del bosque, donde el olor se intensifica. Compruebo con precaución la zona y no tardo en encontrar algo que explica el rastro: una capa. Y es de los nuestros, está claro. No sólo porque lleva pintado nuestro símbolo (tres trazos formando un ciclo interrumpido por una marca, el "Fin"; y dentro tres formas curvas que, en su conjunto, hacen que el símbolo se asemeje más bien a nuestro rostro), sino porque sé de quién es. ¿Pero qué hace ahí tirado? ¿Dónde está el resto? ¿Le habrá pasado algo... a Xanti?

Un chasquido me saca inmediatamente de la preocupación y me pone en alerta. Hay alguien, observándome, a mí derecha. Me giro y enfoco unos arbustos quietos, en los que está de seguro escondido. El instinto de supervivencia toma el control de mi cuerpo, haciéndome sacar las uñas y encendiendo mi cristal de un color rojo amenazante...

¡¿Quién está ahí?! Vamos, ¡da la cara! No te tengo miedo le miento.

Y entonces, a la par que los arbustos comienzan a moverse, escucho un silbido alegre que bien podría parecerse a una risa burlona. Eso, y el hecho de ver de repente una luz verde estableciendo comunicación conmigo hace que me relaje.

—Maldito seas... digo sonriente, mientras veo a Yared entrar en el claro del bosque.





viernes, 24 de junio de 2011

Prólogo - La vida en Cohntinua

Primero llega el "Resurgir". Los pocos que quedan, convertidos en Sar Sóntur (o Viejos Moradores), se levantan mirando al cielo y lloran el dolor que llevan dentro. Después se ponen en marcha, para empezar todo una vez más. Saben que la vida tiene que volver a inundar el mundo, y no hay tiempo que perder. El margen es escaso hasta que el clima cambia drásticamente, imposibilitando la generación de nuevos miembros: los Nuevos Moradores. O, haciendo honor a la Anterior Lengua, los Lar Sóntur.

Los mismos que durante el "Desarrollo" tendrán que crecer y aprender todo lo que puedan de sus progenitores, para así poder sobrevivir a lo que ocurrirá más adelante. Serán años de largas travesías y experiencias vitales. De relatos y enseñanzas junto a la hoguera, intentando combatir el punzante frío. De la vida salvaje en toda su crudeza.
No todos lo conseguirán; ni se espera. Es más bien obligatorio, necesario, que sólo los más fuertes sigan adelante.

Y así comienza el "Declive". La decadencia. Del mundo y de la vida. Incluso de los ya ancianos y decrépitos Sar Sóntur que se dejan llevar, esperando el final. Son conscientes de que no podrán volver a sobrevivir: su momento ya ha pasado. Ahora es tiempo de los Nuevos, que sienten llegar el día para el que se han estado preparando tanto tiempo. Son los últimos años del ciclo, donde todo se resquebraja y precipita hasta que llega el fin...

El "Fin". "Eso" que termina con todo. Algo que, de una u otra forma, barre con la práctica totalidad de seres que habitan el mundo, quedando contadas criaturas de cada especie (y a veces, ni eso). Como la última vez cuando, según los Viejos, la estación del Declive fue haciéndose más y más calurosa, hasta que el cielo se llenó de llamaradas y el fuego se extendió por doquier.



Tres estaciones y un repentino final. Un ciclo de ciclos. Con sus orígenes y sus extinciones. La vida y la muerte. Todo eso es Cohntinua...
Mas los Lar Sóntur no tienen miedo...



 No tenemos miedo...



Mi nombre es Lar Nalûk, y hoy es el penúltimo día del último año del Desarrollo.

···