Veo al cuerpo del Theras hundirse poco a poco en el río, y
quedo amaravillado por los reflejos anaranjados que provoca su pelaje bajo el
agua. El cauce baja tranquilo, lento, provocando un suave rumor que bien podría
hundirme en un reconfortante sueño. Pero no es tiempo para siestas, y Yared lo
sabe:
—Bueno, pues ya está... Ahora volvamos; todos bien juntos,
en silencio y sin distracciones —comienza a ordenarnos mientras se ajusta la
capa al cuello—. No pararemos hasta llegar. Yo iré por delante y Zarog cerrará
el grupo. Que no se os ocurra adelantarme o quedar por detrás de él. ¿Todos
listos?
—¿Y qué les diremos en cuanto lleguemos? ¿Les contamos lo
que ha ocurrido?
—Yo hablaré con la Vieja, pero al resto ni palabra. Nos
retrasamos y punto. ¡En marcha!
Rápidamente cruza el vacío a través de uno de los
troncos cercanos más gruesos y le seguimos sin demora, temerosos de lo que
podemos tener a nuestras espaldas. Me giro y veo a Zarog en la retaguardia,
volviendo su vista una última vez hacia la vertiente norte del bosque. He de
reconocerlo: que sea él quien nos cubra las espaldas nos tranquiliza a todos.
Llegamos al otro lado y trepamos a la parte más alta de los
árboles, por donde avanzaremos a partir de ahora. A buen ritmo, sin emitir el
más leve sonido. Todos a una, como un único ente. Miro a mi alrededor y les
observo correr y saltar, a mi lado. Me doy cuenta de que soy uno más, mientras
una cierta sensación de orgullo me invade, pensando en la confianza que Sar
Lantal ha puesto en mí o en la amistad de Yared. Orgullo por poder ayudar a los
Sóntur... a pesar de mi origen.
Nos detenemos; Yared ha levantado el brazo. Tomando aire nos
sentamos y descansamos en silencio sobre las ramas. Se acerca a nosotros y
emite un largo silbido inquisitorio, enfocando la mirada hacia la parte
trasera. Zarog, que nos alcanza tras haberse descolgado un poco, emite dos
silbidos cortos e ilumina su cristal con una tenue luz verde.
—Está bien, parece que nadie nos sigue —sonríe Yared,
relajado al fin—. Podemos continuar a menor ritmo ahora. Estamos muy cerca, no
quiero que nos vean llegar apresurados.
—¿Piensas que nos rastrearán? —le pregunto mientras me
coloco a su altura, aprovechando que hemos bajado la velocidad.
—No, no creo. Tardarán en darse cuenta que les falta uno, y
más aún en confirmar que tenemos algo que ver.
—Menudo día... ¿Y qué habrá encontrado Zarog?
—No lo sé... No confío en él, pero Zarog es muy inteligente;
uno de los Sóntur más válidos, aunque nos pese decirlo. Y de gran importancia a
los ojos de los Sar. Quizás sepa cosas que nosotros ignoramos... Lo que sí sé
es que su comportamiento nos pudo haber causado muchos problemas.
Hay resquemor en su tono, aunque no sé si se debe a la
temeridad de Zarog o a la posibilidad de que tenga información privilegiada. A
mí eso me da igual; no quiero saber nada de Zarog o de su carga. Tengo otras
cosas en las que pensar; asuntos que resolver de un vez por todas...
—Hoy voy a hablar con Xanti.
—Ah, ¿sí? Muy bien, valiente. Eso es todo un logro viniéndo
de ti —se burla amistosamente, como tanto le gusta—. ¿Y qué le vas a decir?
—Que... Que creo que me complementa.
Yared se para en seco y me mira, con una mezcla en su cara
de sorpresa y diversión.
—¡¿Que le vas a decir qué?! ¿Tú sabes lo que significa eso?
Jaja, estás loco de remate... —sentencia meneando la cabeza y volviendo a
caminar—. No sé si se lo tomará como una broma o si entrará en cólera. Y bien
sabes que eso es muy peligroso.
—Pero en verdad lo creo. Siento que nuestro nexo sería
realmente estable y lleno de posibilidades.
—Nalûk... Los Sóntur hemos cambiado mucho con el paso de los
Ciclos, y algunas cosas no son o significan lo mismo que antes... El género de
cada uno es algo vestigial, por ejemplo. Ya no importa que seas un o una
Sóntur. Nada. Y lo mismo ocurre con la complementación... Además, sólo se
podría dar si los dos sobrevivieseis al Fin. Y ni aún así sería vital para que
perduremos... No te obsesiones con esas cosas ahora; está a punto de finalizar
el Desarrollo, vienen días difíciles...
—Tienes razón... pero no soy capaz de quitármela de la
cabeza, y no sé por qué... Quisiera demostrarle quién soy, que no soy nada... ¿Qué debería hacer?
—¡Y yo qué sé! Recuerda que sólo sé matar Theras —se ríe
arráncandome a mí otra carcajada—. Pero si de verdad quieres hablar con ella
sin que te maten... creo que puedo ayudarte.
Se vuelve a detener, pero esta vez lo suficiente como para
que todo el grupo se pare, sorprendido.
—¡Hey, Zarog! ¿Qué tal si haces una última incursión para
asegurarnos de que todo está en orden? No podemos confiarnos ahora, que estamos
tan cerca.
—Humm, puede que tengas razón. Seguid adelante, vuelvo
enseguida.
Y se adentra en la arboleda, bulto a la espalda. En cuanto
desaparece de nuestra vista Yared silba al grupo y avanzamos de nuevo. Es mi
momento.
—Hola Nalûk... de nuevo. ¿No te cansas de saludar? —me
responde con desdén.
—Lo siento... Yo sólo quería... ¿Qué tal está Salah?
—Bien, dentro de lo que cabe... El susto fue importante,
pero reaccionó rápido. Como Yared.
Quedo en silencio, hipnotizado. Por sus dos tentáculos que
se mecen suavemente al caminar; por su estrecho y brillante cristal.
—Bueno, pues ya está, ya lo sabes. ¿Algo más?
—No... No, nada más, perdona... Bueno, ¡sí! Es verdad, casi
lo olvido por completo. Creo que es tuyo...
Desenrosco su capa de mi brazo y se la entrego. Ella la mira
sorprendida y la coge con una sonrisa, amarrándola a su cuello.
—Vaya, ¡muchas gracias! Pensé que tendría que hacerme
otra... ¿Dónde la cogiste?
—En el claro donde me encontré con Yared. Seguramente se te
desprendió cuando echasteis todos a correr...
—Sí, eso parece... Gracias Nalûk, de verdad.
Y me sonríe por primera vez en su vida, haciendo que me
olvide de estúpidos Sóntur, sangrientos Theras y Ciclos injustos. Haciéndome
sentir bien...
Díselo, Nalûk... Díselo ahora...
—Xanti, quería comentarte algo...
—Dime, dime —contesta automáticamente tocándose la capa,
prestándome poca atención.
—Es que verás, creo que...
Un fuerte rugido me interrumpe y nos eriza el pelo a todos.
Proviene de una zona algo alejada a nuestra espalda, pero es lo suficientemente
fuerte como para que podamos escucharlo con claridad. Alto y nítido.
Inequívoco. Un Snort. Y parece cabreado.
—¡Rápido! Corred ahora, ¡hay que regresar cuanto antes!.
Apenas podemos escuchar los gritos de Yared entre los
alaridos del Snort. Por lo general, son seres tranquilos e inofensivos.
Gigantescos y poderosos, pero inofensivos. Salvo cuando se les perturba, claro.
Y si eso ocurre, cuanto más alejado estés mejor.
—Que nadie quede atrás, ¡vamos!
—¿Se está acercando? ¿Por qué está tan furioso?
—No lo sé... Quizás le hayan atacado o se haya encontrado
con algo...
Quedamos en silencio. Todos caemos en la cuenta al mismo
tiempo.
—Zarog...
Los bramidos son cada vez más violentos, mientras veo a
Yared corriendo en dirección contraria.
—Voy a buscarle, ¡no me sigáis bajo ningún concepto! Volved
y avisad a Sar Lantal. Estad alerta y que todo el grupo huya por el sur si se
acerca. ¡Vamos, corred! ¿No me escucháis?.
Pasa veloz entre nosotros y desaparece pronto de nuestra
vista. Nos quedamos mirando hacia atrás un instante, pero tiene razón. Tenemos
que espabilar. Xanti coge el mando y echamos a correr, con ella al frente.
Seguimos oyendo al Snort, aunque cada vez más lejos y, aparentemente, más
calmado. Corremos y corremos hasta que, de repente, nos encontramos de golpe
con el campamento; justo cuando dejamos de oír gritar a la bestia. Y allí
también la han oído, ya que nos espera todo el mundo impaciente. Hemos tardado
demasiado, y los gritos del Snort no ayudan a calmar la preocupación.
Veo a Máren surgir de entre la marea de Sóntur que nos
aborda y dirigirse directamente hacia mí, sonriendo y abrazándome.
—¡Nalûk! Estás a salvo, menos mal... No debí dejarte cruzar
el río —se despega de mí y nos mira aliviada—. ¿Qué ha ocurrido? ¿Habéis escuchado al Snort?
—Sí, sí. No nos cruzamos con él de casualidad.
—¿Dónde está Yared? —me pregunta con urgencia.
—Volvió atrás a buscar a Zarog, que había quedado retrasado. ¿Por qué?
—Sar Lantal quiere hablar con los dos, cuanto antes —la miro
y veo preocupación en sus ojos—. Está más nerviosa que nunca. Creo que algo no va
bien...