martes, 26 de julio de 2011

Primer Capítulo: Los Nuevos Moradores (Lar Yared)

—Aún no me puedo creer que te hayas atrevido a cruzar el río y venir tú solo —me dice Yared, con guasa, mientras nos adentramos en el bosque —. Tú, que ves la sombra de un Snort y corres a refugiarte bajo un matojo de läural.
—No seas tan exagerado. En verdad estaba muy preocupado por vosotros, tardabais demasiado.
—Vaya, ¡gracias! Pero dime, ¿quién te importaba más: tu querido amigo Yared o esa preciosidad llamada Xanti?
—¡No digas tonterías, por supuesto que tú! No me imagino a Xanti defendiendo al grupo de otro ataque de Garlis.


Y los dos nos reímos, mientras vuelvo a recordar aquel angustioso día, tan lejano ya. Obligados a caminar por una llanura, al descubierto, hasta poder alcanzar de nuevo la protección de la arboleda. Huyendo sin descanso de los Theras que sospechábamos seguían nuestro rastro y con la necesidad de encontrar un río del que beber. Y de repente, el caos. El silbido de alerta de los compañeros de retaguardia, los graznidos de los Garlis desde el cielo. El alboroto, el pánico y el desorden. El comienzo de los ataques y los primeros Sóntur que quedaban atrapados entre sus garras, devorados al ras de la planicie. Podría haber sido nuestro final, si no hubiese sido por Yared.


—Ay, muchas veces pienso en lo que pasó aquel día... ¿Recuerdas cómo conseguimos deshacernos de ellos?


Claro que me acuerdo, Yared. Recuerdo perfectamente cómo TÚ acabaste con ellos, uno a uno. Cómo te expusiste en la llanura, de pie, para que viniera a por ti el primero. Se abalanzó sobre ti, desde lo más alto y con las garras bien afiladas, confiado, sin imaginar que tú te lanzarías hacia atrás en el último momento levantando tu lanza y clavándosela en el pecho. Te levantaste y recuperaste tu arma de su cuerpo inerte. Te giraste y, con los ojos llenos de furia, localizaste a otro Garlis posado entre la hierba jugando con el cadáver de uno de los nuestros. Con un grito estremecedor corriste hacia él y te subiste a su espalda, entre sus alas. Él, sorprendido, intentó deshacerse de ti, saltando de un sitio a otro y girando su cuello para intentar alcanzarte con sus dientes, sin éxito. Desesperado levantó el vuelo, procurando hacerte caer; pero te agarraste bien a sus cuernos y lograste ponerte de pie sobre él. Cogiste tu arco y con una serenidad pasmosa fuiste derribando uno a uno al resto de Garlis, desprevenidos ante el peligro que volaba sobre ellos. Un total de cinco cayeron con tus dardos entre sus ojos, para finalmente rajar el cuello del que montabas, precipitándote al suelo con él.


—Sí que me acuerdo, sí. Así como tu patético intento de volar. Menos mal que no te mataste en la caída.
—Estaba todo controlado. Era cuestión de agarrarse bien a él y protegerse con su cuerpo y sus plumas. Bueno, eso y un poco de suerte, sí.


O un mucho, mejor dicho. Se levantó como si nada, casi sin un rasguño (salvo el tentáculo roto de su barbilla, con el que tanto le gusta juguetear ahora). Nos reunimos todos con él y tras asegurarnos de que estaba bien miramos a nuestro alrededor. Varios habían muerto, incluyendo uno de nuestros cinco Sar Sóntur. Pero podía haber sido mucho peor.
Aquel día Yared demostró que era el mejor de todos los Lar Sóntur. El más fuerte, rápido e inteligente. No sabemos qué puede pasar en el futuro, si sobreviviremos muchos al Fin de este Ciclo o no; pero estamos seguros de que Yared será uno de ellos. Y si él no lo consigue, nadie lo hará.


—Dejando la suerte a un lado sabes que sólo tú podías haber hecho eso. O escalar el Artos. O tantas hazañas que has logrado ya. Sabes que eres el mejor, y que sin ti estaríamos perdidos.
—¡Ahora eres tú el que dice tonterías, Nalûk! No soy el mejor, soy uno más.
—Sí, tienes razón... Cualquiera de nosotros puede matar un Theras, lo había olvidado... ¡Venga ya! Podrías incluso tener a todas las Sóntur que quieras, ¡suspiran por ti!
¿Para qué? ¿Por qué unirme ya a una Sóntur, si quizás ninguno de los dos sobrevivamos? Piénsalo, Nalûk. Llegado el momento, nada de lo que haya ocurrido antes del Fin importa. Lo único que vale es qué queda después, quién queda después. Sean altos o bajos, fuertes o débiles, bellos o deformes no importa. Lo importante es que sobreviven, y que tienen que perpetuar a los Sóntur.
—Detente ahí, ya sabes lo que nos han enseñado. Sólo los mejores están destinados a sobrevivir, no otros. El escenario que planteas es imposible.
¿Estás seguro, Nalûk? ¿Y si no es así? ¿Y sí nada de esto tiene que ver con el destino? Quizás ni exista, ¿quién nos lo puede asegurar? Quizás... todo dependa de la suerte, al fin y al cabo —acaba diciendo, bajando la voz hasta convertirla en un murmullo —. Además, mejor para ti. Así te dejo a Xanti para ti solito.
—¡Ja! Como que se va a fijar en mí, con Zarog humillándome todo el tiempo...


De repente pienso en Xanti, y en lo doloroso que me resulta su indiferencia hacia mí. Es entonces cuando recuerdo su capa, que transporto enrollada en mi brazo.


—Por cierto, ¿ella está bien? Me encontré su capa en el claro.
—Hmm, se le habrá caído cuando... —respondió pensativo —. No te preocupes, no le ha pasado nada. Está perfectamente. No es ella quien está herida...
¿Hay alguien herido? ¿Quién?
—Es Sahla. Pero nada importante, sólo un corte.
¿Qué ha ocurrido, Yared? ¿Por qué tardabais tanto?
—Ahora mismo lo sabrás, ya hemos llegado.


Apartamos unos arbustos y me encuentro con todo el grupo, reunidos en torno a algo que yace en el suelo. Veo a Zarog, clavando su mirada mezquina en mí y sujetando algo bastante grande y pesado. Y un poco apartada del grupo a Xanti, ayudando a Sahla a sentarse contra un tronco. Trato de no mirarla y me centro en el bulto, inmóvil. Me aproximo y un grito ahogado sale de mi boca al darme cuenta de que se trata de un Theras muerto.

viernes, 1 de julio de 2011

Primer Capítulo: Los Nuevos Moradores (Lar Sóntur)

Espero agazapado, intentando permanecer lo más quieto y en silencio posible. El segundo grupo tiene que estar al llegar, tras explorar la zona norte del río y asegurarse de que ningún peligro nos espera a ese lado. En la vertiente sur, desde luego, no lo hay. La arboleda es incluso más densa, lo que nos permitiría avanzar con seguridad. Eso también supuso mirar árbol a árbol, para evitar sorpresas. Pero todo estaba en orden. Sólo quedaba esperar a los demás, volver y decidir con los Viejos los siguientes pasos a dar.

Están tardando mucho, ¿no? oigo a mis espaldas.
—¡Silencio! Quedaos lo más quietos posibles y cerrad la boca. No quiero ni un sólo movimiento hasta que haya comunicación.

Pero tienen toda la razón. Se están retrasando, y en ningún caso eso puede ser bueno. Cierro los ojos e intento tranquilizarme; llenarme de paciencia.

—Quizás hubo un derrumbe y hayan caído algunos al río...
—¡O puede que los sorprendieran unos Theras!
—¡Maldita sea! Si no os calláis seremos nosotros a quienes sorprendan y devoren.

No hace falta decir nada más. La simple idea de enfrentarse a ellos hace temblar a casi cualquier Sóntur, y consigo al fin que se queden en silencio. Lo necesito ahora, para pensar y decidir. 
Si bien las órdenes eran claras, de esperarse los dos grupos y volver juntos, la situación empieza a ser algo preocupante; y no querría que esa sensación llegase también al resto de los nuestros en el campamento.

—Maren.
¿Sí, Nalûk?
—Guía al grupo de vuelta. Diles que acabamos mucho antes de lo esperado y que fui en busca de los otros, bordeando la fuente para poder explorar de paso ese lado. Pero no cuentes nada que pueda alarmarles, ¿de acuerdo?
—Sabes que eso es una locura, y que ni debo ni quiero permitírtelo. No voy a dejar que vayas sólo hasta el otro lado del río.
—Maren... Tengo que acercarme para saber con certeza si ha ocurrido algo o no. Y necesito a alguien que guíe al resto de forma segura al campamento; y eso sólo lo puedes hacer tú. Tranquila, tendré mucho cuidado.

Me mira con una mezcla de preocupación y enfado, pero acepta. Sabe que, en realidad, tengo razón. O incluso que nada de lo que pueda decirme hará cambiar mi parecer. Así que resignada se gira, emite un leve silbido agudo y todos se ponen en marcha, de regreso. Yo, en cuanto veo desaparecer la última de sus colas me giro, recojo mi capa y mi lanza del suelo y busco el camino hacia el río.

En verdad, me sabe mal haberle dado órdenes. Precisamente a ella, cuyo cariño hacia mí adivino incluso mayor del que le profeso yo. Pero la Vieja me había asignado para encabezar ese grupo, y en verdad creo que esto es lo mejor para nosotros. Maren los llevará a salvo, y yo encontraré al resto antes de que la noche (o peor aún, un Theras) se me eche encima. 
Los Theras... Si de verdad existe una especie que predomine sobre los demás han de ser ellos, sin duda. Enormes bestias de garras afiladas y dientes desmesurados ávidos de carne, hueso y sangre. Y esa irracional predilección por los Sóntur... No les podemos hacer frente ni por tamaño ni por fuerza, y en cuanto notamos su presencia debemos de huir con rapidez. Afortunadamente, no son más rápidos que nosotros, y definitivamente les podemos vencer con astucia. Pero para ello hay que ser muy valiente, y ninguno de los Sóntur osamos hacerles frente... salvo uno: mi estimado Yared.

Pensando en cómo podré cruzar el río llego al borde de un precipicio, a cuyos pies corre veloz el agua. Por fortuna compruebo que no me será difícil llegar al otro lado, ya que numerosos árboles caídos (seguramente por la tormenta que llegamos a escuchar hace unos días) unen ambos barrancos. Me aseguro de que no haya peligro a mi alrededor y cruzo rápidamente por el tronco más cercano, buscando refugio nada más alcanzar la orilla norte. Río cruzado; ahora "sólo" queda encontrar al resto... 
Me agacho e intento encontrar un rastro en el suelo, ya que si bien los árboles son nuestra principal protección preferimos andar por suelo firme cuando vamos en grupos pequeños. Y, una vez más, tengo suerte: entre la hierba se cuela un olor que conozco muy bien, familiar. Y que me ruboriza. Trepo por el árbol más cercano (no pienso arriesgarme, yendo yo solo) y avanzo en dirección noreste, con el recuerdo del olor aún impregnado en mi mente.

A decir verdad estoy cansado. Harto de esta vida que nos ha tocado, de ser lo que soy. De tener que estar todo el tiempo en marcha, un pueblo nómada, de aquí para allá. Como si buscásemos algo incesantemente, aunque nadie haya hablado nunca de eso. Harto de ser un Sóntur, y que mi futuro dependa de un destino ya fijado en el día del Fin. Tiene que haber algo más en esta vida, algo más en Cohntinua. Algo que lo detenga todo y me permita vivir esto a mi ritmo, a mi manera... Pero eso es imposible.
Sumido en pensamientos estúpidos e inútiles llego de repente a un claro del bosque, donde el olor se intensifica. Compruebo con precaución la zona y no tardo en encontrar algo que explica el rastro: una capa. Y es de los nuestros, está claro. No sólo porque lleva pintado nuestro símbolo (tres trazos formando un ciclo interrumpido por una marca, el "Fin"; y dentro tres formas curvas que, en su conjunto, hacen que el símbolo se asemeje más bien a nuestro rostro), sino porque sé de quién es. ¿Pero qué hace ahí tirado? ¿Dónde está el resto? ¿Le habrá pasado algo... a Xanti?

Un chasquido me saca inmediatamente de la preocupación y me pone en alerta. Hay alguien, observándome, a mí derecha. Me giro y enfoco unos arbustos quietos, en los que está de seguro escondido. El instinto de supervivencia toma el control de mi cuerpo, haciéndome sacar las uñas y encendiendo mi cristal de un color rojo amenazante...

¡¿Quién está ahí?! Vamos, ¡da la cara! No te tengo miedo le miento.

Y entonces, a la par que los arbustos comienzan a moverse, escucho un silbido alegre que bien podría parecerse a una risa burlona. Eso, y el hecho de ver de repente una luz verde estableciendo comunicación conmigo hace que me relaje.

—Maldito seas... digo sonriente, mientras veo a Yared entrar en el claro del bosque.